Obra clásica del teatro chileno, ambientada en los años 80, es decir, durante la dictadura militar. Esta obra, como muchas otras del autor, ubica a sus personajes en la marginalidad de las esferas sociales, pasados a llevar y humillados por los poderosos, se desenvuelven en una sobrevivencia que no por dura pierde su dignidad.
Este es el mundo de los que nadie quiere ver, el mundo que a muchos les gustaría ocultar, seres humanos desplazados por el poder político y económico de los que mandan usando la fuerza y el atropello, dejándolos en una situación de precariedad tan extrema que ya no tienen casa, ni familia, ni trabajo, ni ninguno de aquellos bienes sociales y culturales que implican la pertenencia a una sociedad. Sin embargo, la belleza interior de los personajes, capaces de seguir amando y soñando con un mundo mejor, pese a las adversidades, les permite interactuar con afectos, compañías pasajeras y esperanzas que van rompiendo la soledad, aunque sea momentáneamente.
En la época en que esta obra fue estrenada, 1981, los críticos de ella, quienes se sintieron ofendidos por la cruda realidad que muestra, auguraron un éxito pasajero. Demasiado contingente -decían- para que supere la barrera del contexto político que la explica. Los años han dado la razón a su autor porque son tan universales los conflictos, sentimientos y vivencias humanas retratadas en esta pieza, que le sobra universalidad para imponerse a cualquier momento histórico.